Se puede trabajar el carnaval como unidad didáctica, como centro de interés o como proyecto. De cualquier forma nos ayudará a potenciar el trabajo en competencias tan dispares como:
la competencia lingüística, adquiriendo vocabulario nuevo, utilizando la lengua como instrumento de expresión diferente, trabajando la rima, elaborando chirigotas, comparsas y puyas;
el conocimiento y la interacción con el entorno, por razones obvias, conociendo las tradiciones y costumbres locales, pero también extrañas, barajando distintas posibilidades de disfraz: razas, oficios,
la artística, fabricando disfraces y letras de canciones,
la competencia social, trabajando la crítica burlesca y la sátira no cruenta, adaptando la conducta a caontextualidades diferentes, que dificilmente se dan en la vida cotidiana, estableciendo relaciones personales nuevas, mediante el incognito que nos proporciona la máscara y el disfraz...
la autonomía e iniciativa personal, construyendo el autoconcepto y reforzando la autoestima riéndose de forma sana de los demás y de sí mismo
aprender a aprender, estableciendo relaciones entre lo cotidiano y la burla que permitan aprender a convivir, a relacionarse, a observar...
Pero además, el disfraz permite trabajar valores y actitudes positivos, que frecuentemente se escapan al aprendizaje reglado:
la convivencia cívica, mejorando las relaciones afectivas, el respeto, la tolerancia, la inclusión...
la igualdad de oportunidades, rompiendo estereotipos, roles, parodiando conductas...
la educación ambiental, procurando el reciclaje de elementos para disfrazarse, evitando el consumismo,
la educación vial, favoreciendo el buen transito como peatones, en pasacalles y charangas
el consumo saludable, con las muestras gastronómicas típicas de estas fechas..
Trabajar todo esto en el aula es, prácticamente imposible sin la connivencia de las familias, por lo que la colaboración se vuelve indispensable. Un dato más para incluir el carnaval en nuestro currículo.
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