Lo que hacemos y decimos, nuestra personalidad, está definida por nuestras experiencias. Esto significa que venimos marcados por lo vivido y lo que hacemos hoy marcará nuestro futuro. Por eso es tan fácil y tan difícil a la vez entender a alguien.
A un niño que, tras un accidente, le han gritado, insultado, pegado y castigado seguramente justificará éste por algo que hizo, de forma que siempre que sea posible, evitara volver a hacerlo, mientras que el niño que tras el mismo accidente recibe sonrisas, elogios caricias y premios, pensará que su conducta ha sido la apropiada y por tanto tenderá también a repetirla.
De igual manera que si un niño, que tiene una conducta tranquila, no recibe los elogios oportunos y se le trata con indiferencia, abandonará e intentará llamar nuestra atención por medios más drásticos.
Todos conocemos algún ejemplo de estos casos y hoy más que nunca se ven conductas anómalas en niños, casi bebés, en todas partes. De ahí el éxito televisivo de programas como Super Nany, donde los padres buscan soluciones mágicas para enderezar algo que se ha torcido.
No buscamos culpables, ya que todos somos suma y consecuencia de muchos ámbitos: los padres son los primeros, es cierto, pero también está la familia cercana: tíos y los abuelos, los vecinos, los cuidadores, las guarderías y colegios…
Pero en algún momento habrá que parar esta espiral de “sinsentidos” en la que un niño agresor termina recibiendo más y mejor atención que un niño “formal”, en la que los héroes son los que ponen en evidencia a los débiles, en la que el esfuerzo y el trabajo bien hecho, pasa desapercibido, sin reconocimiento de nadie, ante la avalancha de desatinos y conductas ”raras” que se nos presentan.
O, no es cierto que todos, sin excepción, nos quedamos mirando al niño que eleva la voz en un hospital, al que se tira al suelo y patalea en un supermercado, al que llama nuestra atención mediante insultos al conductor de un autobús, al que arremete verbal o físicamente contra otro en el patio de un colegio… y así sucesivamente.
