Aunque ya ha pasado algún tiempo, no puedo dejar de escribir sobre lo que supone el Día de la Paz para un colegio. Me atrevo a decir que durante todo el mes de enero los maestros y maestras de todo el mundo nos volvemos locos buscando actividades que pongan en valor la cultura de la Paz: juegos, concursos, debates..., y mucho, mucho trabajo.
Todo es válido con fin de que niños y niñas se conciencien de que los valores de la Paz son los adecuados, que hay que recuperarlos y devolverles su protagonismo para que la sociedad avance.
No es que el resto del curso nos olvidemos de ello, pero este día siempre resulta especial, los actos simbólico y no tan simbólicos, se repiten por todas las aulas y nos mantienen a todos pendientes de una sola palabra: PAZ.
Pero nada de esto, ni el trabajo de todo el curso, ni las celebraciones extraordinarias, son eficaces si estamos solos en el empeño. La Paz no es cosa de maestros, ni de políticos, la PAZ es asunto de todos.
De nada vale que fomentemos la camaradería y la convivencia solidaria, día a día, minuto a minuto, si en cuanto salen del centro no se continua con la labor de educar en valores: tan importante es la familia que fomenta la amistad y el respeto de sus hijos por todo tipo de personas, como un vecino que no consiente una falta de respeto a una persona mayor, o un desconocido que no tolera que se agreda una propiedad privada.
Todos somos absolutamente necesarios para crear esa sociedad que queremos.
La escuela sólo es un recurso más, pero si dejamos que sea el único factor responsable de la educación en valores de convivencia, solo conseguiremos que nuestros niños y niñas vivan la contradicción como una forma mas de NO convivir
Puede que el día de la Paz haya pasado ya, pero educar en la Paz es una tarea que no se acaba nunca.
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