Es una de las fechas más bonitas para trabajar en un centro educativo. No sólo conmemoramos que un 23 de abril de 1616 fallecieran dos grandes monstruos de la literatura universal: Cervantes y Shakespeare, sino que además celebramos que el libro es y seguirá siendo, el principal medio para transmitir la cultura, en cualquiera que sea el formato que, para él, nos traiga el futuro.
En estos tiempos de cambio, en los que Internet se impone a la letra en papel, en los que los I buck se empiezan a poner de moda y los blogs, los mensajes de móvil y las redes sociales se transforman en la nueva correspondencia entre humanos, el libro constituye una `preciosa reliquia, que algunos nostálgicos nos resistimos a abandonar.
Por ello, trabajar en un colegio y tener la oportunidad de transmitir a unos cuantos niños y niñas, el amor que tú conservas por estas piezas de museo de papel y cartón, es un verdadero privilegio.
La sensación de que son un elemento sagrado de un hermoso y ancestral culto, de que sangran cuando se te caen de las manos, de que viven mientras están abiertos y duermen en las estanterías esperando su amante lector... , me invade cuando entro en una librería, una biblioteca o cuando, de tarde en tarde, releo piezas que me hicieron soñar y trasladarme a mundos insospechados.
Y no es que rechace la tecnología, (a la vista está), ni reniegue de los nuevos formatos, pero comprar un libro ha sido siempre para mí, un acto casi, casi religioso, una experiencia introspectiva, con tintes de sagrado. Como si, por sí solo, el libro, inyectase en mi ser su tinta y su sabiduría. Como si, a fuerza de mirar y mirar libros, buscases respuesta a tus dudas y al elegir uno, encontrases la esencia misma de tu ser.
Pocos te decepcionan, pocos te dejan frío, de pocos te olvidas. Y cuanto más lees, más valor les das.
FELIZ DÍA, a todos los libros.
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